De acuerdo con el reciente informe sobre La situación social de la Unión Europea 2003, la población de la Unión Europea está envejeciendo, lo que repercute directamente en el mercado de trabajo, en la productividad de los Estados miembros y en el crecimiento económico. En este contexto demográfico, se ha señalado que la inmigración será, en los próximos años, un factor importante de crecimiento económico de la UE, especialmente cuando las actuales reservas de mano de obra entre la población en edad de trabajar se encuentra en clara disminución (Comisión Europea, Dirección General de Empleo y Asuntos Sociales, 2003). En términos absolutos, se calcula que existen unos 20 millones de residentes extranjeros en los 15 países que actualmente configuran la Unión Europea, siendo el total de sus residentes aproximadamente 378 millones de personas. Países como Austria, Alemania o Francia tienen contingentes de extranjeros que suponen cerca de un 10% de sus respectivas poblaciones; y Luxemburgo representa un caso especial, dado que la inmigración supone un 37.3% de su población. Aunque, si se habla en términos de población absoluta, se observa que en cinco países de la Unión Europea (Alemania, España, Francia, Italia y el Reino Unido) se concentra el 70% de la inmigración total dentro del territorio europeo comunitario (International Centre for Migration Policy Development, 2003). En España, el número de extranjeros residentes a finales del año 2002 era de 1.324.001 personas, lo que constituía el 3.2% de su población total (Ministerio del Interior, 2003).
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