martes, 27 de enero de 2009

Violencia, inmigración y xenofobia: el periodismo, frente a los grandes retos informativos

Por Lic. Juan Manuel Cardoso Carballo
Los contenidos informativos tradicionales siguen vigentes. A casi todo el mundo le interesa, con mayor o menor intensidad, lo que ocurre en el planeta (teniendo en cuenta la era espacial, incluso lo que pasa en el universo), en su país, en su región, en su ciudad, en su pueblo, en su barrio, en su calle... y, por supuesto, en las casas de los demás. No es sólo curiosidad, que hay mucha, a veces excesiva, cercana a lo enfermizo, casi siempre acompañada de numerosos argumentos que a modo de excusa tratan de explicar lo inexplicable o algo tan sencillo como que el ser humano es por naturaleza un poco o un mucho fisgón y le gusta saber qué le pasa a los demás y por qué. Pero, insisto, no es sólo curiosidad, también hay una insaciable necesidad de saber, de conocer, de adentrarse en los territorios de lo desconocido. Así que, todo sigue interesando: política, cultura, sociedad, espectáculos, deportes, medio ambiente, economía, salud, motor... y los sucesos. Mucho se ha escrito e investigado sobre el afán de los consumidores de información por conocerlo todo alrededor de un suceso, de una tragedia, de una catástrofe. Las conclusiones siempre aparecen relacionadas con el morbo del ser humano, ese interés innato o sobrenatural que, sin explicación lógica, racional y sensata, se despierta ante alguien que llora o sangra, ante un muerto, preferiblemente con un acto violento previo, frente a una escena de dolor, sufrimiento y tragedia que, dicen, despierta las emociones más escondidas de la persona. Y no siempre emociones de compasión, tristeza, solidaridad o dolor, que sería lo más recomendable o normal, sino emociones de disfrute, de satisfacción por ver situaciones que de alguna manera a uno le gusta ver y si le gusta, es que lo pasa bien, que está encantado. Está encantado porque no le ha pasado a él y/o porque mañana podrá comentarlo con su círculo de amistades, ya que el espacio que ha albergado noticia tan particular será el que mayor audiencia habrá tenido. Así, y no de otra forma, se puede explicar la proliferación de revistas y periódicos especializados en sucesos y con tiradas que para sí quisieran los medios de información general; así es fácil entender los programas de televisión donde se buscan a desaparecidos, se analizan crímenes y actos delictivos de todo tipo y condición, y cada cual acude a contar sus miserias más íntimas e inconfesables para escándalo de una audiencia que sin embargo permanece enganchada a la pantalla; y así no es difícil comprender los programas de radio que, con nocturnidad, premeditación y alevosía incentivan las llamadas telefónicas de oyentes que, mintiendo o no, con una imaginación que supera a la ficción o con experiencias reales que para sí quisieran los guionistas de películas, cuentan profundidades de sus vidas que pueden quitar el sueño a cualquiera casi para el resto de sus vidas. Los medios de comunicación continúan ofreciendo contenidos -renovándose, es verdad- que apetecen a los consumidores de los mismos y los sucesos, tragedias, catástrofes y otras circunstancias donde la sangre y el dolor aparezcan sin recato no son echados en saco roto sino que se reciben con interés, con expectación y con el morbo suficiente como para comentarlos al día siguiente con los amigos, la familia o los compañeros de trabajo. Se trata de contenidos informativos que se transforman pero que no mueren jamás.
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Carsoso Carballo, Juan Manuel (2001): Violencia, inmigración y xenofobia: el periodismo, frente a los grandes retos informativos. Revista Latina de Comunicación Social, 41. Recuperado el 27 de enero de 2009 de: http://www.ull.es/publicaciones/latina/2001/latina41may/52cardoso.htm

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